viernes, 3 de febrero de 2012

La ideología fundamentalista Islámica

“Esta guerra es una guerra ideológica”. Presidente Bush

Para entender las bases ideológicas del Fundamentalismo Islámico, vamos a limitarnos, a fin de simplificar y al coste de esquematizar quizás más de lo debido, a cuatro pensadores, dos sunnitas: Quotb y Mawdudi; y dos chiitas: Shariati y Jomeini. Dos árabes, un paquistaní y un persa. Sus teorías se desarrollan mediante la transformación semántica de una serie de términos coránicos, a los que potencian con nuevos sentidos, algunos con cierto contenido marxista y todos ellos con una intencionalidad revolucionaria que se encauza como reacción ante el imperialismo de Occidente y contra los gobiernos árabes pro-occidentales.

Los teóricos islámicos parten del concepto de la jahiliya , la ignorancia. El Corán se refiere con este término a la situación politeísta previa a la predicación de Mahoma, pero actualizan el término para referirse a la situación actual de ignorancia y falta de práctica de los ritos y leyes coránicas, tanto por parte de musulmanes no practicantes como de extranjeros impíos. Un binomio conceptual importante es el par: hakimiya-ubudiya. La hakimiya es la soberanía que, según el Corán, pertenece sólo a Dios, y la ubudiya es la obediencia debida a esa soberanía, que debe ser total. Islam es el sometimiento voluntario y absoluto a la voluntad divina.

El problema político surge cuando esa “soberanía” está en manos de un ignorante jahili , en cuyo caso, el soberano es inicuo, kafir y los que le prestan su obediencia son indignos talin. Ambos, inicuos e indignos son perversos y eliminables takfir .

Otro par de conceptos relevantes en el pensamiento político fundamentalista y revolucionario es el de mostadafine , los desheredados y los mostakbirine , los arrogantes. En el Corán se alude a los que tienen derecho a limosna y los ricos que no ejercen la caridad. Pero en la literatura fundamentalista revolucionaria, los dos términos se cargan de los conceptos marxistas de capitalistas y proletarios, en una permanente lucha de clases. Un último par de términos es el de wada , propagar el bien, y jihad combatir el mal. Son dos caminos seguros al paraíso: propagar la doctrina y combatir al kafir . Ese espíritu de lucha tiene una versión privada de lucha ascética y una versión pública de lucha colectiva como parte de la asabiya la unión solidaria del Islam.

Con esos pocos términos tenemos los ingredientes suficientes para armar ideológicamente una revolución islámica. Jomeini justifica su revolución, porque el Sha es reo de jahiliya (de ignorancia) y como ostenta la soberanía (hakimiya) es un kafir (inicuo e impío) y, por consiguiente, un perverso y eliminable. Al igual que sus seguidores. Además, los que ocupan puestos de gobierno con el Sha son “arrogantes/capitalistas” y el resto del pueblo “desposeidos/proletarios”. Con lo cual logra aunar la revolución burguesa con la proletaria, los comerciantes, carentes de poder político, desheredados del poder, se unen con los jóvenes sin trabajo ni esperanza de futuro, desheredados económicamente. La consecuencia es la revolución Irání. Es comprensible que, tras aterrizar Jomeini el 1 de febrero de 1979 en Teheran, ni el ejército ni la SAVAK (policía secreta) se opongan, nadie quiere ser etiquetado de “indignos al servicio de un poder inicuo”. Hay una gran semejanza entre la falta de resistencia ante Jomeini en el 79 y el avance sin resistencia de los Talibanes hacia Kabul en el 96. La razón es doble: nadie quiere aparecer como talin y, por otra parte, el pueblo asocia Islam con Justicia.

Pero el Sha no es el único kafir de este mundo. Hay otros gobernantes de países islámicos reos de ser eliminables, contra los que es legítima la revolución y son “indignos” como quienes los soportan, entre otros, los EE.UU. Pero el peor era la URSS, invasora de Afganistán y contra la cual se declara la jihad con el apoyo de Paquistán y de los EE.UU. La derrota del poder del Sha en el nombre de Alá ha demostrado que el poder del inicuo, por grande que sea en términos materiales, no puede nada contra el invencible poder espiritual del Islam. La derrota de la URSS desbordará las expectativas más optimistas. Los mujaidines regresarán victoriosos a sus respectivos países: Argelia, Marruecos, Palestina, Arabia Sudí,... dispuestos a continuar la revolución dentro y fuera de sus países. ¿Quién será el siguiente?. ¿Quién es el arrogante por antonomasia, el ignorante empedernido, el más poderoso y el mayor kafir (ignorantes e impios detentadores ilegítimos del poder), el más rico de los “arrogantes/capitalistas”, el peor de los “eliminables”: Los EE.UU. Solo queda repetirlo una y otra vez en las escuelas coránicas y en los sermones de los viernes, de reproducirlo en casetes y en pasquines para difundirlo ampliamente, para que, entre los “desamparados/proletarios”, surjan mujaidines , seguros de la victoria y dispuestos a entrar en el paraíso como mártires, que estén listos para atentar contra el símbolo “capitalista y usurpador del poder” por antonomasia: Las Torres Gemelas. ¿Acaso es asumible que un infiel materialista asuma la hegemonía mundial?

Cuando Jomeini acusó al Shah de “inicuo e impío usurpador del poder legítimo”, no estaba falto de razones históricas, la familia Palavi había usurpado el trono de Irán. Reza Khan accedió a la corona mediante un golpe militar cuando era Ministro de la Guerra con Qavam Saltaneh (la eterna revuelta pretoriana). Lo hizo con el apoyo del Reino Unido, que quería asegurar sus intereses petrolíferos en Masjed Soleyman. El nuevo Shah, a imitación de Ataturk, potenció la enseñanza laica, frente al monopolio de las madrazas de las mezquitas, creo 2.500 escuelas y, entre otros cambios modernizadores, prohibió el sardari (el tradicional traje masculino) y el chador o velo femenino. Pero fue el último Shah quien cometió el gran pecado de nacionalizar las grandes propiedades para realizar una reforma agraria, cuando los grandes terratenientes eran los ayatolás. El primer asesinato público cometido por un fundamentalista religioso es la muerte del Primer Ministro Persa Razmar, el miércoles 7 de marzo de 1951, cuando iba camino de la mezquita, en vísperas de aceptar la renovación del contrato petrolífero de Irán con la AIOC británica. A los motivos religiosos de los fundamentalistas se unen motivaciones económicas y políticas. Los atentados de Madrid buscaban un cámbio de gobierno en España.

Acciones como la ocupación de Irak proporciona leña a la hoguera fundamentalista y cuanto más dure la ocupación mayor será la capitalización fundamentalista de ese hecho, ya que los EE.UU. se muestran no sólo como el mayor “arrogante y poderoso”, sino que ha invadido dos paises musulmanes, ha usurpado la soberanía y se empeña en mantenerla para sus intereses mediante gobiernos títeres; a la vez que, diariamente, sus tropas manifiestan públicamente a los ojos de la población su “ignorancia” y falta de respeto por las normas y costumbres islámicas, con acciones como cachear en la vía pública a las mujeres o la vulneración por la fuerza de la patada en la puerta el santuario de las viviendas privadas, derribando puertas a media noche; por consiguiente, se muestra como un “perverso y eliminable” recalcitrante al que hay que combatir y declarar la jihad . Los atentados contra las fuerzas de ocupación serán permanentes, amenazando una espiral de violencia análoga a la que se desencadenó con la entifada en Palestina, pero con más medios, y sin posibilidad de solución en tanto el ejército de ocupación se mantenga en la zona.

Pero el objetivo revolucionario no son los EE.UU, sino Arabia Saudita. Un estado que no puede ser acusado de “impío”, como lo fuera el Sha de Persia, ni de “arrogante que no atiende a los pobres”, cuando financia gran parte de las mezquitas y madrasas de todo el mundo y no esta falto de legitimidad dinástica y ortodoxia puritana wahabista, pero si se le puede acusar de “indignos siervos al servicio de un impio poderoso”, en cuanto vasallo del gran “impío detentador ilegítimo del poder” que son los EE.UU. Acusar al gobierno norteamericano de “impíos y poderosos” es declarar al gobierno saudita como “siervos al servicio de un impío”. Los tiros van contra América pero la diana esta puesta en Riad.

Las invasiones de Afganistán y de Irak confirman en la mentalidad fundamentalista la usurpación de la soberanía legítima por los EE.UU. y justifican la aplicación de la jihad contra ellos. Las fotografías de Abu Ghrib y las escenas de Guantánamo no son precisamente argumentos de descargo. Si con la ayuda de Alá se derrotó al imperio materialista soviético, a los militantes islámicos no les cabe duda que, de análoga manera, se derrotará al materialismo norteamericano. Los atentados contra los occidentales que participan en las invasiones están justificadas por ser ellos “impios que ilegítimamente obtentan el poder como invasores” y los atentados contra las fuerzas de seguridad locales al servicio de los gobiernos impuestos por los invasores quedan justificadas por ser “siervos inícuos al servicio de un impio poderoso”. Lo cierto es que cada día son más los dispuestos al sacrificio por “ejecutar” a los kafir. Los más extremistas no se conforman con eliminar a los invasores de Irak y Afganistán y resolver el conflicto palestino, sino que aspirán a implantar el Califato, el imperio islámico en el mundo, con la ayuda de Dios, pues “el éxito es de los creyentes” y, como primera fase, recuperar los antiguos territorios, empezando por Jerusalen y terminando por Al Andalus.

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